Hace tiempo que no escribo sobre ti,
sobre todas y cada una de las
batallas que te he ganado.
para atacarme por sorpresa, confiada
y desprevenida.
Hoy me atrevo a hacerlo porque has
pasado a ser historia,
te has reducido a una simple
pastilla que me tomo cada mañana.
En este tiempo te has llevado muchas
cosas.
Lo primero, el brillo de mis ojos,
mucho antes de que te encontraran.
Después, cuando apareciste, mi
visión de futuro, todo era hoy.
Te llevaste mis rizos y el juego entre
los dedos de mi pequeño.
Te llevaste mi extrema delgadez, mi
vitalidad, mi descanso.
Me quitaste una parte de mí que un
día fue alimento para mis hijos,
me marcaste cruelmente haciéndome
saber de lo que eras capaz.
Aún así, nunca lograste llevarte mis
ganas de seguir mirando hacia delante,
de vivir ese hoy como el mejor de
los días,
ahora mis ojos brillan más que nunca.
Cambié esos juegos por
cosquillas en mi cuero cabelludo,
hoy repleto de nuevo de rizos y
dedos.
Encontré mi nuevo cuerpo y lo
acepté, ya no me lleva el viento.
Aunque débil, mi fuerza siguió
intacta
y aproveché el tiempo de insomnio
para reír más.
Esa parte de mi cuerpo que te
llevaste también ha vuelto
y ahora tengo marcas que me recuerdan
que te he vencido.
Gracias por ayudarme a enseñarles a
mis hijos el significado de ser valiente,
que no importa tener miedo si no
dejas de enfrentarlo.
Gracias por enseñarme esa parte de
mí que sin ti no habría descubierto.
Y es que siento decirte que me has
dado más de lo que me has quitado…
Hasta nunca….